"Más el que perseverare hasta el fin, ese será salvo" Mt 24, 13
La Iglesia UNA
Primera Parte
Nos proponemos, de la forma más didáctica posible, desarrollar un preámbulo doctrinal sobre la Unidad de la Iglesia, correspondiente a la síntesis que rezamos en el Credo. Esto nos permite ver los errores del tradicionalismo radical y cómo la verdadera movimientos Tradición es coherente con la UNIDAD.
La respuesta a la cuestión esencial de este sitio web es ¿QUO VADIS TRADITIONALIST HOMO?. Porque si tenemos en la tradición uno de los mayores tesoros de la Iglesia, entonces quienes hacemos gala de destacar ese valioso tesoro debemos ser coherentes o estaríamos mintiendo. Haremos por tanto, algunas definiciones previas. El amor por la Institución eclesial supone la comprensión de la importancia de su UNIDAD tal como fue decretada por Cristo. La fidelidad a Dios nos exige cumplir sus mandatos.
​
Sin unidad no hay Iglesia Católica
​
1. ¿Cómo entender esto si hablamos de la grave crisis que afronta?
​
De la misma manera como entendemos que Cristo fue humillado hasta el extremo, y llevado a la Cruz, manteniendo intacta su condición de Hijo de Dios, así podemos ver en la Iglesia calumniada y ultrajada por muchos sus propios fieles y jerarcas. Jesucristo subió al monte Calvario solo con su Madre Santísima y uno de los doce y así fue crucificado y muerto, más con su martirio hacía nuevas todas las cosas (“Mira que Yo hago nuevas todas las cosas” Ap 21, 5).
​
El sufrimiento de la Iglesia promovido por los que rechazan a Dios, no produce, y menos justifica, la ruptura de su UNIDAD, por el contrario, la afianza. Recordemos con San Agustín que “Como abundan los sufrimientos de Cristo en nosotros, así también por Cristo abunda nuestro consuelo. Como se dice en el salmo: De acuerdo con la multitud de las dolencias de mi corazón, tus exhortaciones, Señor, alegraron mi alma, así dice también el apóstol: Como abundan los sufrimientos de Cristo en nosotros, así también por Cristo abunda nuestro consuelo” (Sermón 305).
​
Entonces, la gran tribulación donde incluso miembros del cuerpo místico le traicionan, donde Francisco genera graves errores de manera permanente, donde el silencio en alta proporción de jerarcas y sacerdotes es un actuar de "perros mudos" Is 56,10), no es argumento para separarse de la Iglesia sino para fortalecerla con valor.
​
2. ¿Se destruyó la Iglesia mientras nuestro Señor sufría el martirio y sus apóstoles se hallaban dispersos?
​
Sabemos que no.
Los discípulos mantuvieron (a excepción del traidor) sus ojos puestos en Dios, aun en la más terrible situación. Es una clave del método divino que está íntimamente ligado a lo que tenemos por centro de nuestras vidas. Luego vendría el cumplimiento de la promesa de Pentecostés que no solo reafirmó sino que dio el impulso necesario para proclamar la buena nueva incluso hasta el martirio.
​
Los ataques a la Iglesia no justifican separarse de ella.
​
3. ¿Qué ocupa el centro en el corazón de los católicos?
​
Si la Iglesia es UNA como principio inviolable que la caracteriza, sus fieles debemos defender y ser consecuentes con tal premisa. La unidad no puede romperse ante los ataques externos e internos, ni ante el avance la herejía, la apostasía o el modernismo, sino que tales graves errores deben ser derrotados en unidad. La UNIDAD que tiene su premisa en Pedro se mantiene incluso, si alguien usurpa el lugar de Sumo Pontífice, A TRAVÉS DE LA LABOR Y ORIENTACIONES DADAS POR TODOS LOS PAPAS EN LA HISTORIA. La barca de Pedro no podría sucumbir si alguien la toma temporalmente. Dedicaremos una sección al tema del Papado en próximas semanas.
​
Sabemos de la estrategia de infiltrar la Iglesia como caballo de Troya, conocemos de innumerables formas de engaño para tergiversar la doctrina, es evidente que lo más preciado de la estructura eclesial ha sido afectado. Frente a todo eso se debe actuar, pero la huida no ha sido ser la mejor manera de rendir culto a la obra de Dios. Si el progresismo liberal penetró unas veces y otras atacó desde fuera, no puede suceder lo mismo con quienes amando la tradición establecen trincheras cuyos proyectiles caen indistintamente en la casa de Dios.
​
Por eso en nuestro corazón debemos tener en un lugar central la UNIDAD de la Iglesia. “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lc 6, 45). Se deduce entonces que un quien proclama con perseverancia evangélica a la única y verdadera Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica, no pierda nunca esta perspectiva. Así nos ha dicho el Señor: “Guarda firmemente lo que tienes para que nadie te arrebate la Corona” (Apocalipsis 3,10).
​
Es indudable el papel esencial de la firmeza con la cual se persevera en la Sagrada Tradición para mantener en pie la obra de Cristo. La firmeza con la cual sostenemos los tesoros de la Iglesia, poniéndolos en el centro de nuestro ser, es una prueba de fuego para todos.
4. ¿Llama Dios a abandonar la Iglesia porque ha sido tomada?
​
No. Por el contrario, como bien lo señalan las Escrituras, la Tradición y el Magisterio, hay que mantenerse firme dentro de la Iglesia aun en los peores momentos: “Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la Corona de la vida” (Apocalipsis 2, 10).
​
Sin embargo, los autoproclamados tradicionalistas señalan que en apocalipsis 18, 4, - “Salid de ella, pueblo mío, para no ser solidario con sus pecados y no participar de sus plagas…”-, y que tal llamado es a abandonar a la Roma que ha caído en el paganismo. Pero tal llamado parece referirse a no cohonestar ni participar de la decadencia de la Babilonia y sus ofensas a Dios.
​
La fidelidad requiere un estado de vigilancia permanente, pero sin abandonar el lugar que nos ha correspondido.
​
5. ¿Debemos dejar que sucedan cosas graves en la Iglesia y no denunciarlas?
No.
La Iglesia es actuante, se mueve conforme a la Verdad, responde "sí, sí. No, no." (Mt 5, 37). Para salir al paso hace uso de sus grandes posibilidades otorgadas por la presencia permanente de Nuestro Señor ("Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos").
​
Pero la respuesta de la Iglesia no puede estar guiada por actos impulsivos y mucho menos con prácticas que rompan su unidad. Debemos ser muy rigurosos en la manera como entendemos la permanencia en la Iglesia Católica verdadera. El auténtico católico tradicional no puede jamás dejarse apartar de la unidad con la Iglesia bajo ningún argumento.
​
En la segunda parte de este tema abordaremos el tema específico de las respuestas dadas por la tradición y las confrontaremos con la Sagrada Doctrina.